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Innovación para cumplir con los requisitos de la RTRS entre pequeños productores

Una alianza innovadora consiguió, por primera vez, que pequeños y medianos productores de soja de Goiás, recibieran la certificación de la Mesa Redonda de Soja Responsable (RTRS), el principal estándar internacional de sostenibilidad en soja, que suele estar al alcance sólo de grandes productores en ese Estado de Brasil.

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El trabajo unió a la cooperativa rural Cresol, la empresa belga Colruyt, y las ONG Trias y Solidaridad. Juntas, por medio de soluciones creativas, se consiguió que 18 pequeños productores cumplieran con los requisitos de la RTRS en condiciones financieras más limitadas que las de propiedades de mayor envergadura, y certificaran 30.125 toneladas de soja el pasado agosto en las regiones de Silvânia y Orizona, Goiás.

La iniciativa transformó totalmente el modo en que los productores gestionaban sus fincas, estableciendo una suerte de «antes y después» en términos de prácticas agrícolas, ambientales y económicas.

El proyecto comenzó en 2016, cuando Cresol, el mayor Sistema de Cooperativas de Crédito Rural Solidario de Brasil, y la ONG belga Trias invitaron a Solidaridad a participar de una capacitación a técnicos de la cooperativa, para adecuar el proceso de producción a los requisitos exigidos por la RTRS.Hasta entonces, Cresol, por ser una entidad dedicada al crédito, no había tenido bajo su radar la posibilidad de ofrecer asistencia en prácticas sostenibles dentro del sector de la soja.

«Fue muy bueno. Necesitábamos ordenar la casa y la cooperativa avanzó mucho a partir de este proceso», afirma Leni de Sousa, directora de Cresol y productora de soja.

La primera iniciativa fue la realización de un taller conducido por Solidaridad para capacitar al equipo de Cresol sobre el estándar RTRS y el esquema de certificación grupal. Más allá de la preparación teórica, acompañada de clases prácticas, se brindaron direccionamientos para la implementación de estos cambios en campo. Asimismo, se crearon canales de comunicación entre Solidaridad y los técnicos de Cresol para recibir orientación durante la ejecución del proyecto.Inicialmente, las propiedades contaban con muchas no conformidades.

«En los galpones, los pesticidas, el aceite y las herramientas estaban mezclados entre sí, los recipientes de aceite no tenían ninguna protección, había bidones vacíos y aceite quemado de muchos años en la propiedad. A medida que se fueron organizando y con infraestructura de bajo costo se fueron resolviendo cada uno de estos problemas», cuenta el técnico de Cresol, Mauricio Soares.

Aprendizajes compartidos y soluciones innovadoras

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Dado que los grandes productores resolvían buena parte de los requisitos para la certificación a través de grandes inversiones, se hizo necesario encontrar soluciones creativas para alcanzar los mismos resultados entre los pequeños y  medianos productores.La legislación brasilera y el estándar de la RTRS cuentan con exigencias muy estrictas, por ejemplo, en lo que refiere al manejo de combustibles, requiriendo la construcción de instalaciones exclusivas para su almacenamiento, pero los pequeños y medianos productores no cuentan con los medios para ello, explica Harry van der Vliet, gerente de programas de soja, algodón y ganadería de Solidaridad en Brasil.

«Lo que hicieron los productores en este caso fue impermeabilizar el suelo y crear un depósito con una pared de contención y arena para impedir derrames, entre otras iniciativas. De este modo, consiguieron cumplir integralmente con los requisitos de ley de de certificación sobre este tema», recuerda.Otro desafío común, previo al proyecto, era el almacenamiento de agroquímicos en depósitos inadecuados. «Entre las soluciones, algunos productores comenzaron a utilizar contenedores adaptados, que garantizaran un almacenamiento correcto con mecanismos de ventilación y aislamientos de los demás productos. Otros transformaron en depósito el espacio donde guardaban los arneses de los caballos, por ejemplo», relata van der Vliet.

También fue significativa la adopción del MIP – Manejo Integrado de Plagas -, entre los productores del grupo. A partir de la orientación de los técnicos, y con el apoyo de Edson Hiroshi, de Embrapa, los productores empezaron a llevar registro de la incidencia de plagas y enfermedades en sus cultivos, aplicando controles químicos sólo después de alcanzaran el umbral de perjuicio económico. De este modo lograron ahorrar entre 4 a 5 aplicaciones en la zafra, aumentando su rentabilidad y disminuyendo el impacto sobre el medio ambiente.

Para Leni, de Cresol, la certificación ha sido una enorme conquista. «El trabajo con los productores no fue fácil ya que ellos no veían la necesidad de certificarse. No obstante, percibieron que ordenándose, realmente iban a disminuir costos y obtener otros beneficios. Se realizaron muchas inversiones para realizar los ajustos estipulados por la RTRS, pero estas inversiones también conllevan un premio que ayuda mucho». Ella también destaca el trabajo de concientización ambiental en la propiedades agrícolas y cuán importante es la certificación para generar ese compromiso.»Cualquier tipo de proyecto, sólo va para adelante si la gente se pone manos a la obra», agrega Gisele Obara, directora de Trias en Brasil, durante la ceremonia de certificación, resaltando los esfuerzos realizados para obtener los resultados esperados.

La organización fue la institución que financió la realización de los trabajos. El proyecto se completó con la participación de la red belga de supermercados Colruyt, que compró las 30.125 toneladas certificadas, proporcionando un premio de R$300 mil, que se dividió entre los 18 productores que presentaron los mejores resultados en relación a las adecuaciones a los criterios de la RTRS.

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Juliana Monti

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